En el momento de saber que tu gata está embarazada, un dueño ejemplar debe intentar suministrar el mejor trato posible para garantizar el feliz término de la gestación y la completa recuperación de la mascota.
Una alimentación balanceada, visitas al veterinario y una adecuada atención, son la perfecta combinación para el correcto desenvolvimiento del embarazo y más aún para el posterior parto de una gata.
El comportamiento previo al parto
Antes de llevar a término el parto de una gata, se identifican ciertas actitudes en las pequeñas mascotas. Los dueños de gatas, deben tratar de adecuarle un espacio cómodo para que den a luz, pero ellas pueden que no estén del todo a gusto con el sitio y vayan en búsqueda de un “Nido” distinto.
Los refugios de preferencia para ellas se encuentran en lugares de temperaturas cálidas, reducidos en tamaño y además con poca luz. En la conducta normal del animal también existen cambios, por ejemplo: puede volverse bastante cariñosa, demandante de atención, siempre tocando y buscando algún tipo de comodidad; sin embargo, puede que sea todo lo contrario, que busque estar apartada y este más renuente a que la toquen.
Otro cambio posible es la falta de apetito en los días finales del embarazo. Si cambia mucho de posición o maúlla, es signo de movimiento en el interior del organismo de la gata y si está constantemente lamiéndose los genitales, de alguna forma lubricándolos, significa que se está preparando para el parto.
El proceso de parto
Los puntos más cumbres sin duda serán:
- El inicio de las contracciones en la mascota.
- La expulsión de un líquido blanquecino por la vagina, indicativo de que falta poco tiempo para el inicio del parto
- Baja temperatura corporal,
Todas estas acciones previas al parto de una gata son consideradas normales y dependiendo de la intensidad y la cantidad de crías se mostrarán con mucho más ímpetu y frecuencia.
Cuando es inminente el alumbramiento de la gata, en principio se debe mantener la calma. El parto de una gata puede durar horas, donde lo normal es que una gata primeriza expulse sus crías con un intervalo de 2 a 3 horas y media entre cada uno.
¿Qué hacer?
Por naturaleza, las gatas usualmente pueden llevar a cabo sus partos por si mismas; pero si se busca ser vigilantes con la mascota y ayudarla con el proceso, los dueños pueden contribuir mucho a la labor. Un buen primer paso es preparar un pequeño lugar con algunas cobijas cuando ya se estén cumpliendo los dos meses de gestación, y estar pendientes de los movimientos del animal para evitar futuras complicaciones.
En el momento que inicia el parto, la gata comenzará a emitir pequeños aullidos, síntomas de que está pujando poco a poco las crías. Cuando estas comienzan a salir, cada gatito nacerá en una bolsa individual y traerá consigo una placenta. Se debe verificar que por cada gatito haya una placenta expulsada, porque de lo contrario, una placenta que se quede en el interior de la gata puede provocar una severa infección a futuro.
Se deben limpiar a las pequeñas crías, comenzando por la nariz y el hocico. Este uno de los trabajos que la gata hará por sí sola, pero si confía en su dueño, permitirá que lo haga. Se necesita cortar el cordón umbilical de cada cría, en este caso, se deberá cortar el cordón a unos dos centímetros de distancia del animal, con una tijera que haya sido esterilizada.
Posibles complicaciones
Según los veterinarios, una gata que tarde más de cuatro horas entre parto y parto de cada cría, es propensa a tener algún tipo de complicación que ponga en riesgo, tanto su vida, como la vida de los cachorros aún dentro de ella. Lo indicado es llevar a la mascota rápidamente a un médico veterinario, el cual pueda medicarla para inducir el parto o pueda proceder a realizar un tipo de cesárea.
Del mismo modo pasa con el proceso de contracciones; si durante el parto de una gata se observa que alguna cría se quedó atrapada en el canal de parto, se debe proceder inmediatamente a llevarla al veterinario.
Es recomendable vigilar la temperatura de la gata durante los días posteriores al parto, debido a que algún agente externo podría haber afectado al animal. Una temperatura corporal de 40 o más grados centígrados, es un alarmante signo de algún foco infeccioso activado en el animal.
Una última recomendación es no sostener cerca de nuestro cuerpo a los pequeños gatitos recién nacidos, debido a que es posible que su aroma cambie y la madre lo aparte del resto, confundiéndolo con una amenaza y provocando una posible muerte a la cría.